Es importante al momento de dibujar, tener una superficie que nos permita un equilibrio entre realidad y fantasía.
Una superficie muy blanda nos podría arrastrar hacia un idilio fantástico sin salida, el cual podría o no, estar plagado de frecuencias acústicas irregulares y delirantes.
Amasan la médula espinal y dejan a uno inconsistente y relativo. Algo sin dudas peligroso...
En cambio una superficie muy dura actuaría desde el momento en que el lápiz y el papel hacen contacto. Desde la punta de los dedos un dolor frío y agudo podría extenderse hacia las falanges.
Allí hace stop-rec-play
Se extendería rápidamente con una duresa insoportáble. Sistemáticamente absorve la muñeca, antebraso, codo. Stop-rec-play.
Y de ahí directo al hombro. El frío iría secando, mientras que cualquier breve e irrelevante movimiento del lápiz haría que la dureza aborde dramáticamente la mitad inferior del cuerpo, absorviendolo completamente.
Las glándulas reventarían.
El frío secante punzaría sobre todo el cuerpo. Principalmente las manos y cabeza. Una lluvia de dopamina invade el cuerpo antes de romperse en pedacitos como laja fina.
Es por eso que hay que ser cauto...

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