Damas y caballeros.

Huelan su piel,
detrás de sus orejas,
en sus nucas,
dentro de sus armarios,
debajo de sus camas.
Sólo hay trapos.
Hay tierra hasta en sus terrazas.
Duermen con tierra.
Le hacen el amor al polvo.
Barren y baldean
cada mañana sus esperanzas,
su ambición de plata.
Desorden
en sus mentes
en sus movimientos
en sus uñas.
Brilla pura la entropía.
Claro,
siempre está la grotesca
carcajada
que lo cura todo.
Arremetan contra el Estado
contra sus padres,
contra el jefe,
contra las drogas y el diablo.
Arremetanle a Boca.
Pellizquense la axila,
el codo,
el pelo
y lavense los dientes
que todavía es temprano.
Pero caballeritas y damiselos
por sobre todo
tenganle odio
mucho
odio
a sus suegras.

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